Amanecía el día de San Juan de 1478, hace ahora 534 años. En la
grancanaria Bahía de Las Isletas, puerto natural y refugio de navegantes
ignotos desde tiempos que se pierden en la noche de los tiempos, la mar estaba
en calma. Más allá, hacia el sur, en el palmeral frondoso que ceñía la
desembocadura del Guiniguada, la brisa de los alisios soplaba fresca en el
temblor de las palmas, e irisaba el agua cristalina de un generoso riachuelo.
Placa conmemorativa de la fundación de la Villa de las Tres Palmas de Gran Canaria por Juan Rejón en 1478. |
Frente a Las
Isletas un puñado de naves recalan a esa hora temprana y sus marinos se
aprestan enseguida a desembarcar a infantes, artilleros, caballos, pertrechos
de guerra y de avituallamiento. Todos llegan, tras casi un mes de navegación
desde que partieron del gaditano Puerto de Santa María, ávidos de adentrarse en
el misterio subyugante de playas y palmerales. Antes de cualquier paso, de
cualquier otras disposición, el capitán que rige los destinos de aquella
fecunda expedición, Juan Rejón, ordena levantar con palmas y otros arbustos una
tienda y un altar donde, como cuenta la crónica de Tomas Arias Marín de Cubas,
“...dijo en la playa la primera misa el Deán -Juan Bermúdez- llamada
de la Luz a nuestra Señora de Guía...” y a continuación el capitán Rejón
proclamó, en honor a los Reyes Católicos, a la milicia que le acompañaba, su
voluntad fundacional y poblacional, que horas mas tarde se materializaría al
levantarse el primer núcleo del campamento o “real” de Las Tres Palmas, en el
entorno de lo que luego sería la plaza de San Antonio Abad en Vegueta. Nace así
la hoy cosmopolita y populosa urbe nominada Las Palmas de Gran Canaria, que
tiene en la Bahía de Las Isletas y en los barrios de Vegueta y Triana sus
predios fundacionales indiscutibles.
San Juan pasa a
ser así nombre luminoso en el acontecer y el devenir de la Gran Canaria, nomina
uno de los mas históricos barrios asentado en uno de los Riscos que bordean el
viejo barrio de Vegueta y lleva su patronazgo a las otras dos ciudades mas
importantes de la isla, Telde y Arucas. En la Noble Ciudad Real de Las Palmas,
como se denominará a partir de la disposición real de 1515, será Santa Ana, por
mor de devociones muy arraigadas y la tradición de una leyenda fundacional,
quién ocupe el patronazgo de la capital isleña, una festividad principal y
profusamente celebrada hasta finales del siglo XVIII, cuando estas costumbres
cambiaron y tomó mayor auge, cada 29 de abril, la también antigua celebración
en honor de San Pedro Mártir, Patrono de Gran Canaria, patronazgo que hoy
comparte con Ntra. Sra. del Pino.
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Pero conmemorar y
celebrar el nacimiento de la ciudad, como se hace desde que en 1978 cumpliera
500 años de existencia, no es sólo referirse a esos momentos iniciales, es
aprovechar la ocasión para remitirnos a muy diversos aspectos y momentos de su
devenir a lo largo de mas de cinco siglos, en los que hubieron momentos en los
que la urbe acometió tales transformaciones que casi se puede hablar de
verdaderas “refundaciones”. Es la época del ensanche urbano sobre lo que hoy es
el Barrio de Los Arenales, que significó un primer y claro esfuerzo de
modernización, es la construcción del Puerto de La Luz, en las dos últimas
décadas del siglo XIX y la aparición de unas barriadas en su entorno que nos
introducen con claridad en ese aire de cosmopolitismo que señaló a aquella Las
Palmas que se desperezaba de un sueño de varios siglos, o es la época de la
planificación y desarrollo, ya bien adentrado el siglo XX, de la “Ciudad Alta”,
que avistaba la ciudad mas actual.
Si por
grande mereció ser reconocida la isla y
sus gentes, desde los tiempos en los que Juan de Bethencourt se empeñaba en
conquistarla sin lograrlo, mas grande lo fue con su capital a la cabeza a
través de los siglos sucesivos, dando siempre la talla ante el enemigo externo,
ante las propias desgracias, ante hechos que cambiaron su destino, sacando
fuerza de la debilidad para atender a quién lo necesitaba, convertida en eje
estratégico para las comunicaciones atlánticas, y siempre conscientes sus
habitantes que, supusiera lo que supusiera, aquí había que construir una gran
ciudad, orgullo de la Isla y de todo el Archipiélago Canario, una capital que
hoy todos ufanos proclaman como la Muy Noble y Muy Leal Ciudad Real de Las Palmas
de Gran Canaria, con sus 534 años de existencia.
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